UNA MIRADA CUBANA

Exposición individual del artista cubano Jan Valdés, comisariada por Conchi Álvarez

Al acercarse a la obra de Jan Valdés, este artista cubano afincado en Madrid, la primera impresión es la luz y el color de sus óleos. Acto seguido, la originalidad y, como buen cubano, el despliegue de una gran dosis de humor a lo largo de toda la exposición.

Sus pinturas son del ámbito figurativo y de difícil adscripción unívoca pues basculan entre el surrealismo, el realismo mágico, el simbolismo, e incluso cierto Pop-art. Todas las obras cuentan una historia, pues Jan es un escritor que usa unos afilados pinceles para practicar la crítica, la sátira, la irreverencia, e incluso el cinismo. Ahí está la esencia de su mirada cubana, en un eclecticismo que bebe de muchas fuentes para obtener los recursos necesarios para desarrollar su espíritu crítico. Pero en la muestra no hay un hilo conductor, no es una novela, son nueve relatos cortos, y cada uno de ellos es principio y fin en sí mismo. Por ello no es necesario seguir un orden en la visita para poder entenderla.

Las influencias en Jan no hay que buscarlas, están ahí. Del mismo modo que se citan grandes escritores y pensadores para reforzar y aseverar una idea, Jan parafrasea a otros pintores en ocasiones convulsivamente, casi en exceso, agolpándose las referencias formando un collage propicio para repasar nuestro conocimiento de la Historia del Arte. Y ahí están, algunos de los más grandes artistas campando por sus piezas: Dalí, Matisse, Wifredo Lam, Frida Kahlo, Miguel Ángel Buonarroti, Hockney, Hokusai, y… hasta Walt Disney. Esa pulsión artística hacia los genios del pasado no es nueva, ni original de Jan. Bacon reinterpretó el retrato del Papa Inocencio X de Velázquez en más de 40 pinturas, estudios y bocetos, y Picasso lo hizo en más de 50 cuadros con “Las Meninas” del mismo autor. Está claro que les obsesionaba Velázquez, y pudo ser un homenaje al mismo, pero también pudo ser un intento narcisista de superar al maestro. No es el caso de Jan, que parece buscar en ellos esa fuerza que aportan los que ya están en el Olimpo.

En los lienzos de Jan, las composiciones abarcan desde la ordenación de los elementos al modo más clásico, hasta el barroquismo, tan enraizado en la tradición cubana, que llega a lo cuasi rococó en alguna pieza. En las escenas, siempre con seres humanos, tanto en interiores como en exteriores, abundan los desnudos exuberantes, deudores del manierismo del gran Miguel Ángel, constituyendo situaciones divertidas y procaces que nos invitan a sonreír, y pueden ser un termómetro perfecto para calibrar nuestro nivel de tolerancia y mojigatez. Pero hay también espacio para la reflexión sobre la realidad del emigrante que soñó mundos fantásticos en la tierra prometida y que luego no encontró, o la invitación a reconsiderar las prioridades vitales así como la introspección interior. La visión crítica de la sociedad capitalista y sus contradicciones, también está ahí, muy presente, en línea con la vertiente paródica del actual panorama cubano.